Me considero ciclista. Disfruto pedaleando, sintiendo la libertad inexplicable que transmite el viento y el sol en la cara mientras te desplazas por deporte, placer o trabajo.
Tengo dos bicicletas totalmente opuestas con las que disfruto por igual. Una de ruedas grandes, una vieja Razesa con más de 30 años y otra de ruedas chicas, una Brompton, ambas con alma de acero. Como ciclista normal y sobre todo real, cada año te surgen diversos retos fruto de la ilusión que transmite este mágico deporte. El ritmo de vida, con las necesidades laborales, las cargas familiares y demás dosis de realidad que van surgiendo terminan limando y poniendo en su sitio todas esas ensoñaciones. La edad y la experiencia me han permitido disfrutar a cada momento de esas pequeñas parcelas mitad realidad y mitad ilusión. Esas migajas, se convierten en un manjar ciclista, aprovechando cada salida y cada desplazamiento al trabajo como un verdadero placer.
Practicar ciclismo no implica necesariamente realizar series, controlar los vatios y sufrir en cada salida. Siempre habrá quien disfrute con esta faceta más deportiva, pero la inmensa mayoría disfrutamos por el simple placer de pedalear. Unido intrínsecamente a ese placer esta hacer kilómetros. La rápida mejoría del estado físico que ofrece este deporte y la adaptación cada vez más simbiótica con tu bicicleta te permiten pedalear cada vez mas tiempo y cubrir más distancia.
Nunca me había preocupado de una forma metódica el llevar el kilometraje hasta que aparecieron las aplicaciones deportivas por gps (tipo strava) que facilitan y ayudan a compartir con amigos y comunidades ciclistas de todo el mundo estos pequeños logros. De tal forma he podido ir viendo como mis retos asequibles han ido creciendo año tras año y me animan a continuar pedaleando cada año más.
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